A la semana siguiente, cuando creía que me había recuperado del todo, volví a meterme en el blog, viendo que tenía un comentario. Algo extraño. Nunca tenía comentarios. Sin duda lo leía para sorprenderme. Tras un tímido saludo, por el que se disculpó por no estar acostumbrada a escribir comentarios, empezó a decirme que había leído todas mis entradas y esperaba que pronto me recuperara.
No pude evitar sonreír. La chica, intuí que era una chica por su nick, me contaba que había pasado por lo mismo, y que no debía de poner mala cara. Que todo se solucionaría.
No sabía hasta que punto tenía razón, hasta que no me había pasado. La conocí en un concierto, cuando el grupo preguntó que canción queríamos escuchar, y yo grité mi favorita. Casualmente también era la suya. Quedamos después del concierto, y muchas veces más después de aquel día. No supe en que punto comenzamos a quedar en plan mucho más informal. Hasta que empezamos a salir, casi sin darme cuenta.
Llegados a ese punto, volví a abrir el blog para escribir un nuevo mensaje. Agradeciendo a aquella chica, quien para volver a sorprenderme, respondió de nuevo.
“Lo sé”. Decía.
Y es que el amor es para todos… hasta para mi.
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